Érase una vez muchacha huerfanita, la cual nadie la quería.
Vivía en Paracho Viejo, como antes no había agua en ese lugar, la tenía que
traer de Aranza. María siempre andaba muy cochina, además nunca se peinaba. A
ella la mandaban por agua, pues la veían como a una sirvienta. El agua la
traían en cántaros, y María tenía que hacer dos viajes, uno en la mañana y otro
en la tarde.
A María siempre la andaban regañando, ya fuera porque
llegaba pronto o porque se tardaba mucho. Esto era porque a las huérfanas no se
las ve bien. Una de las veces que iba María por agua salió un pajarito y le
roció la mano con agua, pero María no hizo caso y siguió su camino a Aranza.
Así le sucedió otra vez, y a la tercera vez María se asomó a
ver de dónde salía el pajarito que le rociaba agua y vio que había un ojo de
agua del cual esta nacía. Entonces María ya no iba hasta Aranza, sino que
sacaba el agua de esa parte. Y desde esa vez ya daba tres vueltas, en vez de
dos.
La gente del pueblo empezó a notar que acarreaba agua más
veces y que no se tardaba como antes. La espiaron y descubrieron de dónde
sacaba el agua. Fueron y le dijeron al sacerdote lo que pasaba, y él dijo que
arreglaran bien a María, que la peinaran y la bañaran y la llevaran al ojo de
agua y la arrojaran allí y la dejaran para que se muriera.
Y así lo hicieron, y desde entonces no faltó el agua, y allí
trasladaron a Paracho.
Existe la creencia de que si se arroja un alma al lugar
de donde nace el agua, nunca faltará.
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