viernes, 18 de enero de 2019

HISTORIA DE LA DIOCESIS DE ZAMORA

NUESTRAS RAÍCES

"En el territorio de la futura Diócesis de Zamora, se asentaron varios grupos indígenas, a saber, los Purépechas en La Meseta o Tierra fría; los Aztecas en los pueblos de La Cañada y Paracho; los Chichimecas en Caurio, Ecuandureo, Tlazazalca, Yurécuaro y Tanhuato; los Tecos-zapotecas en Chavinda, Zamora, Jacona, Patamban, Tacátzcuaro, Tancítaro, Tingüindín y Tarecuato; y los Aztecas en Cojumatlán, Sahuayo, Jiquilpan, Guarachita, Ixtlán, Pajacuarán, Totolán y Tangancícuaro."
LA HERENCIA DE LA FE

La evangelización de estas tierras estuvo inicialmente en las manos de los franciscanos que fueron invitados por el Rey Tanganxoan a evangelizar su reino, entre 1524 y 1526. Entre ellos, Fray Martín de la Coruña, Fray Juan de San Miguel y Fray Jacobo Daciano. Las doctrinas de los franciscanos tuvieron residencia en Pichátaro, San Felipe, Carapan y Zamora. Mientras que sus conventos fueron levantados en Uruapan (1534), Peribán (1546), Tancítaro (1530),Tarecuato (1541), Jiquilpan (1539), Patamban (1541) y Charapan (1536).

Los agustinos, por su parte, fueron enviados por el Virrey Don Antonio de Mendoza para ayudar a los Franciscanos en Michoacán, en 1537. Entre ellos, Fray Alonso de la Vera Cruz, Fray Sebastián de Trasierra y Fray Juan Bautista Moya. Sus doctrinas residieron en San Juan Parangaricutiro y Angahuan. Mientras que sus conventos fueron erigidos en Jacona (1551), Zirosto (1575), Tingambato (1581) y Tangancícuaro (1643).

Finalmente, la tercera fuerza de evangelización, fueron los jesuitas, que trabajaron desde el Colegio en Pátzcuaro, fundado en 1540 por Don Vasco de Quiroga para la formación de los criollos y para todos los hijos de los indios y vecinos de la Laguna. Entre los jesuitas va la mención para Juan Ferrero, Francisco Ramírez y Gonzalo Tapia, que para su sostenimiento abarcaron la región de Tingüindín y Tacátzcuaro.

LA DIÓCESIS DE MICHOACAN

El 8 de agosto de 1536, por la Bula “Illius fulciti praesidio” se erigió la vasta diócesis de Michoacán, que comprendía además del estado, Colima, Querétaro, gran parte de Guanajuato, dos cantones de Jalisco (Zapotlán y La Barca) y 3 de Guerrero (Galeana, Zacatula y Tecpan) y la mayor parte de San Luis Potosí. Inicialmente tuvo su sede en Tzintzuntzan en 1538, aunque pronto cambió a Pátzcuaro, y finalmente en 1580 cambió a Valladolid, hoy Morelia.

En 1586, Querétaro es desmembrado del vasto territorio diocesano para añadirlo al territorio de la diócesis de México. El 13 de julio de 1543 se creó el obispado de Nueva Galicia o Guadalajara, que comprendió Jalisco, Colima, Nayarit, Aguascalientes, Zacatecas y parte de San Luis Potosí. Más tarde, en 1664 se le restó más territorio, quedando apenas La Barca, Cuitzeo, Atotonilco y una raya que pasa por Poncitlán.

Para 1570, ya eran parroquias en la futura Diócesis de Zamora: Aranza, Zirosto, Chilchota, Peribán, Tancítaro, Tarecuato, Tlazazalca, Uruapan, Jacona y Jiquilpan. Posteriormente, para 1777, se sumaron: Sahuayo, Capacuaro, Tancítaro, Charapan, Parangaricutiro, Ixtlán, Taretan, Tingambato, Tingüindín, Nahuatzen, Paracho, Patamban, Pichátaro y Zamora.

CONTEXTO HISTÓRICO 

En nuestro México del siglo XIX, nación recientemente independiente de la corona española, hacia mediados de siglo, encontramos las leyes de reforma emitidas parte de Benito Juárez, lo que trajo constantes fricciones entre Gobierno y Episcopado, así como el destierro de algunos prelados, como el entonces obispo de Puebla, Dn. Pelagio Antonio Labastida Dávalos en 1856.

Luego, en 1861, el presidente Juárez acordó que “para apaciguar el país”, era necesario que salieran de él, el Nuncio Apostólico, Mons. Clementi, el Arzobispo de México, Dn. Lázaro de la Garza y Ballesteros; y los obispos: Dn. Clemente de Jesús Munguía (de Michoacán), Dn. Próspero Espinoza (de Guadalajara), Dn. Joaquín Madrid (de Linares) y Dn. Pedro Barajas (de San Luis Potosí).

RAZONES PREVIAS A LA ERECCIÓN

Mencionados obispos, encontrándose en Roma, expusieron al Papa Pio IX, aquellas razones que ameritaban la erección de más diócesis en el país mexicano. Entre ellas se expuso la geografía, es decir, los cientos de kilómetros que separaban a las diversas parroquias de la cabecera de la Diócesis. No existían sino unas cuantas vías de comunicación y éstas, sobre un terreno tremendamente accidentado por altas montañas, ríos caudalosos, sin puentes, con profundos barrancos y con frágiles e incómodos transportes. Además, de un clima verdaderamente extremoso, sobre todo en las regiones de Tierra Caliente, la Costa y las Sierras.

Debido a lo anterior, las visitas pastorales eran casi imposibles. Tengamos en cuenta que no existía aún del todo la figura del Obispo Auxiliar, por lo que era totalmente necesaria la presencia del Obispo en la capital de la Diócesis. Por otra parte, el control de la economía en aquella inmensidad de Diócesis era difícil y casi imposible, centralizándose la riqueza en personas y en lugares, quedando las iglesias pequeñas a merced de la inseguridad, y obligando muchas veces a los sacerdotes a dedicarse a otras cosas, fuera de su ministerio.

La descristianización del pueblo, ya de por sí creciente, se desbordó por la falta de atención y por la campaña de desprestigio contra la Iglesia. La relajación del clero era cada día mayor debido a múltiples circunstancias, como que no podían confesarse ni practicar los ejercicios espirituales, no eran ayudados o reprimidos en su falta de celo por los lejanos, e incluso duraban años sin comunicarse con sus superiores. Por último, la situación política y militar del tiempo era crítica. Tan solo el 70% de las batallas se libraron en el territorio de Michoacán, lo que ocasionó destrucción e inseguridad por las guerras.

NACIMIENTO DE LA DIÓCESIS DE ZAMORA

Así, el 26 de enero de 1862, el Papa Pío IX firmó 5 bulas, erigiendo otras diócesis en la República Mexicana, como respuesta a la petición de los obispos desterrados en Roma y para solucionar, de alguna manera, los graves problemas que tenía la iglesia en México. Con una de esas bulas: “In Celssísima Militantis Ecclesiae”, quedó erigida la Diócesis de Zamora, para comodidad de los fieles, su feliz estado y el bien espiritual de sus almas.

“La República de Méjico ha sido desolada por una funesta perturbación hasta el punto de haberse visto en ella nuestra santa Religión afligida y perseguida de la manera más dolorosa... Y, como los Obispos de la República Mejicana, arrancados de su propio redil y obligados al destierro, se han refugiado casi todos en nuestra augusta ciudad y nos han expuesto la absoluta necesidad de una nueva circunscripción de las inmensas diócesis mejicanas, hemos juzgado oportuno acceder con sumo gusto a tan legítimos votos y ruegos. Os anunciamos por consiguiente que siete nuevas sedes episcopales acaban de ser erigidas en Méjico” (Pío IX)

Los límites de la nueva diócesis zamorana fueron, hacia el oriente: el Nuevo Arzobispado de Michoacán, haciendo línea Tlazazalca, Pichátaro y Taretan con Zacapu, Pátzcuaro, Santa Clara y Ario. Hacia el norte los Arzobispados de Michoacán y Guadalajara, haciendo línea Tlazazalca con La Piedad y La Barca hasta el río. Hacia el poniente la Arquidiócesis de Guadalajara y hacia el sur las diócesis Chilapa y el océano Pacífico.”

La enumeración de las parroquias que dejaban de pertenecer al Obispado de Michoacán y pasaban a conformar la nueva diócesis, ocuparía más de la mitad del territorio del estado de Michoacán: Zamora, Aguililla, Apatzingán, Patamban, Coalcomán, Cotija, Coahuayana, Charapan, Chilchota, Capacuaro, Huacana, Jacona, Jiquilpan, Maquilí, Nahuatzen, Peribán, Parangaricutiro, Paracho, Pichátaro, Pómaro, Purépero, Tangancícuaro, Tarecuato, Taretan, Tancítaro, Uruapan, Tepalcatepec, Tingüindín, Tigambato, Tzirosto, Santa Ana Amatlán, Sahuayo, Pinzándaro, Tlazazalca, Ixtlán y Urecho. Así que fueron 36 las parroquias fundadoras de la Diócesis de Zamora.

En el mismo documento, se designó como su primer obispo al Sr. José Antonio de la Peña y Navarro. Mismo que fue consagrado en la Colegiata de Guadalupe, de la ciudad de México, el 8 de mayo de 1864, tomando posesión de la diócesis “per interposita persona” en el Templo del Calvario en Zamora, el 8 de junio de 1864. Nuestro primer pastor llegaría a Zamora, por el Camino Real de Colima, a Jacona y a Zamora, el 10 de diciembre de 1865.

Entre otros datos de la Bula, como la enunciación de las prerrogativas, derechos y obligaciones de la nueva diócesis, se designó como ciudad episcopal a Zamora, que sería desde entonces, sufragánea al Arzobispado de Michoacán. Se constituyó pues la iglesia parroquial de Zamora como catedral, el día 8 de mayo de 1864, fecha en que se ejecutó la Bula. La fundación del Cabildo Catedralicio tuvo lugar por un Decreto desde Tacubaya el 19 de septiembre de 1864, ejecutado en la casa del Sr. Sierra, Gobernador de la Mitra, el 7 de diciembre de 1864.

Junto al nacimiento de la Diócesis, también se dispuso en la Bula la creación del Seminario, corazón de la diócesis, conforme a las normas del Concilio de Trento, con la subsistencia y participación de diezmos y otros recursos. 

IGLESIA ZAMORANA EN CAMINO

Actualmente la diócesis cuenta con 140 parroquias y cuasiparroquias. Se ha llegado a este número, descontando aquellas que pasaron a formar parte de las diócesis de Tacámbaro, Apatzingán y Lázaro Cárdenas (Aguililla, Apatzingán, Coalcomán, Coahuayana, Huacana, Maquilí, Pómaro, Tepalcatepec, Santa Ana Amatlán, Pinzándaro y Urecho) y agregándose las que se unieron luego (Tanhuato y Yurécuaro).



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