viernes, 7 de septiembre de 2018

LA GUERRA PRODUJO SANTOS

Maximiliano María Kolbe, un santo de la Segunda Guerra Mundial, o la respuesta de la fe a la barbarie nazi


“Sólo el amor es fuerza creativa, no el odio”



Vida en Polonia y misión en Japón
Maximiliano María Kolbe nació en Polonia, entonces ocupada por Rusia, el 8 de enero de 1894. Sus padres, Julio Kolbe y Mariana Dabrowska, eran artesanos pero auténticos cristianos Fue bautizado con el nombre de Raimundo en la iglesia parroquial. A los 13 años ingresó con los franciscanos y adoptó el nombre de Maximiliano. Cinco años después fue ordenado sacerdote.

En 1931, luego de que el Papa solicitara misioneros, se ofrece como voluntario, y viaja a Japón donde realiza diversas labores incluyendo la instalación de una imprenta donde difunde su devoción a la Inmaculada Concepción. Regresa a Polonia en 1936 como director espiritual de una casa de formación.

Su regreso a Polonia y el horror de la Guerra
En 1939, en plena Guerra Mundial, es apresado junto con otros frailes y enviado a campos de concentración en Alemania y Polonia. Es liberado poco tiempo después, precisamente el día consagrado a la Inmaculada Concepción del cual era devoto.

En febrero de 1941 fue hecho prisionero nuevamente y enviado a la prisión de Pawiak, para ser después transferido al campo de concentración de Auschwitz, en donde a pesar de las terribles condiciones de vida prosiguió su ministerio sacerdotal.

En Auschwitz Maximiliano dejó de tener ese nombre para los nazis, en cambio era identificado con el número 1667l. Ante la brutalidad de los nazis, que atentaron contra la dignidad de sus prisioneros de modo brutal, Maximiliano durante su estadía en las prisiones y en el campo de concentración, nunca flaqueó en su generosidad y su preocupación por los demás. Si el régimen nazi despreciaba la dignidad de sus compañeros, él les daba ánimo.

Condenado a muerte
3 de agosto de 1941, ya de noche, habiendo caído la tarde, un prisionero de la misma sección llamado a la que estaba asignado escapó del campo de concentración. En represalia, el comandante del campo escoge a 10 prisioneros al azar para ser ejecutados. Entre los hombres escogidos estaba el sargento Franciszek Gajowniczek, polaco también, casado y con hijos.

Cuando Franciszek, el condenado, después de haber sido señalado por el coronel, dijo en tono triste “pobre esposa mía; pobres hijos míos”. El fraile franciscano al oírlo, de modo espontáneo dio un paso adelante y le dijo al oficial nazi “Soy un sacerdote católico polaco, estoy ya viejo. Querría ocupar el puesto de ese hombre que tiene esposa e hijos”.

Maximiliano María Kolbe, tenía 47 años. Inmediatamente fue puesto, junto con otros nueve prisioneros, sin comida para que muriera de inanición. Los diez condenados fueron recluidos en una celda especial subterránea el 31 de julio de 1941, que todavía guarda el ambiente de injusticia y brutalidad que recordamos.

Pero pasados 10 días, el fraile y 3 prisioneros más todavía estaban vivos a pesar de no haber probado alimento. Entonces los nazis, como querían usar las celda para otros fines, decidieron aplicarles la inyección letal que el 14 de agosto de 1941 acabó con sus vidas.
Mártir de la caridad
Dada su vida de virtud, Paulo VI lo beatificó en 1973. Nueve años más tarde, en 1982, Juan Pablo II lo canonizó y lo definió como Mártir de la Caridad. Un testigo en las dos ceremonias, tanto de beatificación como de canonización fue importante: Franciszek Gajowniczek, quien asistió a la plaza de San Pedro, en el Vaticano, Roma con 71 años cuando fue declarado beato el fraile franciascano que dio su vida por él.

Años más tarde, cuando el fraile franciscano Maximiliano María Kolbe fue canonizado, nuevamente estuvo presente Gajowniczek. Este padre de familia que recibió directamente el favor del nuevo santo murió en 1995.

Maximiliano María Kolbe nos enseñó que la vida, tiene sentido, sea donde sea vivida si tenemos de referente al Evangelio y somos capaces de ser solidarios hasta dar la vida.


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